
Zapatos.
«Cómo había llegado a la situación en la que se encontraba en ese momento, era algo difícil de explicar con detalle, si tenía que hacer un resumen más o menos gráfico, era que la fiesta de la noche anterior se le había ido de las manos.
Y como pudo comprobar cuando empezó a recolectar sus pertenencias desperdigadas por toda la superficie de una habitación que, a pesar de resultarle desconocida, le mandaba señales de dejá vu, también se le había ido de los pies.
Sus zapatos favoritos para los días en que salía a comerse el mundo, de ese violeta que tanto la inspiraba en sus momentos artísticos, la pusieron con los pies en la tierra… literalmente, uno de sus tacones había desaparecido misteriosamente y no se había dado cuenta hasta que todavía medio dormida – o lo que fuera – con todas sus cosas en el bolso de fondo infinito que solía llevar siempre, se metió en sus zapatos y cayó al suelo cuando todavía estaba en el proceso de dar el primer paso.
Desde esa altura reducida, mientras intentaba recomponerse, la escena que tenía a su alrededor no era mucho más halagüeña que lo que había dejado en el dormitorio.
¿Por qué había tantas manchas de sangre por todos lados?
Lo más sigilosamente que pudo, se fue acercando a la puerta para no despertar a lo que parecían personas en el séptimo sueño, a juzgar por lo que podía deducir de aquellos bultos enmantados que veía por los sofás e incluso en alguna silla.
Mientras bajaba la escalera, se iba repitiendo a sí misma como un mantra: – Alma, ¿cuántas veces tengo que decirte que tacones y ron no casan bien.»
Dibujo realizado a mano con acuarelas Viviva Colorsheets.

