El blog de Lady Exile

Placeres gastronómicos en pleno Barri Gòtic.

Si una cosa tiene Barcelona – entre otras muchas-, es oferta gastronómica de vanguardia y de calidad; tanta que a veces cuesta elegir y por eso muchas veces nos dejamos guiar por opiniones de expertos, blogs culinarios (que tan de moda están ahora desde que los chefs se han convertido en las nuevas Rock Stars), etc… y no digo que no sea una buena base para buscar propuestas, por algún sitio hay que empezar.

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Sin embargo a veces, podemos pasar por alto maravillas como Viana, un lugar que a primera vista, paseando por el casco antiguo, nos puede parecer otro bar más para guiris, aunque con una estética bastante atractiva, pero sin dejar de parecer el típico local para turistas… Nada más lejos de la realidad.

Es casi un recién llegado, físicamente hablando, ya que comenzó su rodaje en agosto de 2015, pero le avala el paso de sus creadores, los hermanos Rubén y Miquel Bermúdez , por Arume y Cera 23, ahí es nada.

Lo primero que encuentras al entrar en Viana, además de un equipo súper amable y sonriente que ya augura que lo mejor está por venir, es una sensación de claustrofobia de apenas medio segundo, ya que es un local pequeño pero muy acogedor, con una decoración entre industrial y nostálgica que te envuelve desde que abres la puerta, junto con los olores y colores de los platos que van saliendo y que van pasando por delante de tus ojos, despertando tus papilas gustativas mientras el camino hasta tu mesa se hace eterno porque estás deseando sentarte y empezar a degustar esas maravillas.

IMG_20170304_185057El trato del producto es excelente, resultado del delicado y cuidadoso trabajo del chef Solomon Tabisaura (Noti, Sweet Pacha), y si tienes la suerte que tuvimos nosotros, de estar sentados justo en la mesa que hay al lado de la cocina – comunicada con la sala por una ventana que hace las veces de zona de pase y enlace con los comensales-, lo que a priori podía ser, casi garantizado, una muy buena cena, se convierte en una experiencia interactiva 100% con  miles de matices por segundo.

 

 

De fondo la impronta gallega en los platos, donde tiene su origen también el nombre del local, Viana do Bolo (Ourense), pueblo natal  de uno de los creadores de este oasis en medio del jolgorio turístico del Raval.

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Recetas tradicionales con un toque innovador sin caer en los excesos de perder la esencia del producto entre demasiada deconstrucción, una carta suficiente como para tener la excusa de ir varias veces para probarlos todos, siempre con productos de temporada tratados y presentados con tanto mimo que es inevitable que caiga una lagrimilla cuando estás a punto de terminar el plato.

La relación calidad-precio es realmente buena, y para terminar, dicen adiós a la moda que se impuso de traer la cuenta en esas cajitas tan monas (que casi quieren disimular el coste en un envoltorio que te haga olvidar lo que vas a pagar), para continuar realzando el valor de los productos de calidad, trayéndote la cuenta junto con una copita, que en nuestro caso era de chocolate y fresa, con un licor artesanal de base que les traen de O Porriño cada semana.

Siempre se ha dicho que las mejores esencias vienen en botes pequeños, y no puedo estar más de acuerdo (no sólo porque mido poco mas de metro y medio :)).

No he querido dar demasiada información sobre los platos, y tan sólo un par de fotos, porque lugares como este, es mejor descubrirlos por uno mismo sin llevar ideas preconcebidas, salvo la de que seguro que vas a disfrutar de una experiencia culinaria estupenda.

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