El blog de Lady Exile

Mi Trailwalker personal (IV y última … de momento).

Definitivamente, si alguien me dice hace unos años que me iba a meter en un jardín similar, me habría reído a carcajadas, y eso que me apunto a un bombardeo.

Sin embargo, en plena baja de recuperación de mi operación de alien, vi el email donde mis compañeros enviaban la convocatoria para empezar a organizar los equipos, y no lo dudé ni por un instante, además porque el entrenamiento me iría bien para la reincorporación al trabajo.

La motivación principal me pareció brutal, apoyar a nuestra compañera en su rehabilitación (ver «Mi Trailwalker personal (I)), le iba a dar un subidón y era un modo de que no se sintiera sola en este complicado proceso, ya que la primera vez que vino a vernos a la oficina después de salir del hospital, apenas podía caminar, iba con muletas y todavía no podía comer normalmente, y por supuesto, ni se lo pensó dos segundos porque era un reto para ella, y como luego nos contó, (cosa que todavía me pone los pelos de punta de la pura emoción), sobre todo, lo dio todo porque no quería decepcionarnos después de todo lo que habíamos organizado por ella, alucinante, como luego demostró – cosa que no dudábamos – fue la mejor.

La experiencia fue brutal, la salida era el sábado a las 10 de la mañana, y nos fuimos todos para Olot el viernes para llegar con tiempo de relajarnos y disfrutarlo a tope. Todavía cuando sonó el despertador por la mañana, me decía a mí misma, que era real, que no era algo que me estaba imaginando, y que allí estábamos, un año después y el momento clave había llegado. IMG_20180416_160646.png

El día pintaba feo y con amenaza de lluvias, nervios y emoción hasta que nos dieron la salida después de 10 minutos que parecían infinitos, y finalmente comenzó la aventura.

La lluvia nos acompañó durante bastantes horas, en las que a final ni te dabas cuenta de lo empapados que íbamos, hubo de todo, ampollas, tirones de gemelos, cansancio, momentos de risas, momentos muy duros, paisajes chulísimos, bajones y subidones como en una montaña rusa.

Tengo que decir que los grandes subidones nos los proporcionaron los equipos de apoyo, que nos esperaban en cada punto de control con un chiringuito que resucitaba a los muertos, con calditos calientes, bocadillos, bebidas energéticas, tiritas y cremas, y sobre todo muchísimos ánimos para ir encarando las siguientes etapas, fueron los mejores.

Lo grande del reto era que realmente fuimos un equipo, nos íbamos dando apoyo total todo el tiempo, unas veces era uno el que tenía que parar, otra veces era otro el que necesitaba hacer un descanso, pero en definitiva íbamos todos a una, y sobre todo, estábamos súper contentos, porque veíamos que nuestra compañera estaba consiguiendo este gran reto, constante, con un paso regular, sin ir muy deprisa pero sin perder el ritmo, y sobre todo, con una sonrisa todo el tiempo, como si fuera dando un paseo de lo más normal, como una rosa.

Algunos nos quedamos a mitad del recorrido, a los 60 kilómetros en Girona, y ahí nuestras fuerzas nos marcaron el límite, pero aún nos quedó energía para seguir animando al resto de los caminantes para que pudieran terminar lo poco que les quedaba ya.

A día de hoy, ha sido una de las experiencias más duras y más chulas de mi vida (aunque todavía a día de hoy se me están cayendo algunas uñas de los pies, daños colaterales), y de hecho ya me he apuntado para la del año que viene, no se si esto muestra mi nivel de cordura por los suelos pero esto es algo que te engancha.

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He tenido el enorme privilegio de compartir esta experiencia inolvidable con este equipazo: Carme, campeona donde las haya por hacerse la Trail completa casi sin pestañear, la mejor, nos dio una lección de superación tremenda; David, Miquel, Mario y Eric, unos campeones por terminar los 100km aunque a veces fallaran las fuerzas; Jose, Sergio y yo misma, por los 60,2km donde lo dimos todo hasta Girona, y Marc, Carmiña, Marta y Jaume por haber sido el mejor equipo de soporte que se puede tener.

¡¡Muy grandes todos!!

 

 

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