
La utilidad del Arte (parte I de muchas).
Desde siempre he tenido claro que quería dedicarme al arte, a escribir, a desarrollar proyectos culturales; por eso es que me fui a estudiar una carrera tan prometedora en el mundo profesional como Filosofía (vale, hay cierta ironía en esta afirmación, no por la elección en sí, sino por la incomprensión de algo tan esencial y tan poco valorado a lo que volveré sin duda en futuras entradas).
Aunque a lo largo de mi carrera siempre he desarrollado actividades, llamémoslas ‘alimenticias’, y por suerte también vocacionales, es ahora cuando a mis nuevos treinta (se dice que son los cuarenta y cinco), con las ideas más claras, es cuando vuelvo a retomar esas ideas locas que me asaltaron cuando tenía veinte años, y que siempre estuvieron latentes en cierta medida, lanzando pinceladas visibles en diversas formas y manifestaciones.
Y es también ahora, cuando me pregunto, pero ¿qué utilidad tiene para el mundo que escriba o que pinte o que desarrolle proyectos culturales? Vale, quizá con esto último pueda redimirme, pero aún así, parece algo tan poco práctico…
… Y también, justo en plena vorágine de esta puesta en marcha, disfrutando de los posos de mi café, me encuentro una publicación de una gran artista de acuarela que conocí con la que espero poder colaborar (os dejo un enlace para que la conozcáis: ArtMon Bcn):

quiera cosas útiles que vaya a la ferretería».
Isabel Clara Simó
¿No es una maravilla la cantidad de señales que nos van apareciendo en los momentos precisos, o dicho de otro modo, cómo tenemos la gran capacidad de asimilar como señales del universo, pequeñas y, a priori, insignificantes situaciones que en otros momentos pasarían inadvertidas, como si fueran la gran señal del camino sólo porque necesitamos una justificación razonable para lo que estamos haciendo?
Pues sí, el Arte, la Filosofia, el pensar por uno mismo, el dar qué pensar a los demás y abrir la mente, dejar volar la creatividad, sí que sirven para mucho, y en esa tarea andamos, como siempre, removiendo los últimos posos de una taza de café.

Nanorrelato Ilustrado 11

