
Espectacular menú degustación.
Por fin, después de meses intentando cuadrar nuestras agendas con las fechas disponibles para probar el menú degustación del Restaurante Plats de Cornellà, conseguimos ir.
El local tienen una estética muy acogedora, que me recuerda a finales de los 70 con esos naranjas y negros combinados con blanco; unos asientos comodísimos que hacen que sólo tengas que preocuparte por disfrutar de los manjares que te van a ir sirviendo.
Y ahora, lo importante, esos platos que bien podrían ser de una estrella Michelín (o dos), por el sabor, la mezcla de contrastes y la presentación fabulosa.
El menú degustación tiene 8 platos: dos aperitivos, dos entrantes, un pescado (que esta semana era un mar y montaña), una carne, un pre-postre y un postre.
Además, pedimos dos postres extras: buñuelos y un tiramisú que hizo que se oyera al unísono un ¡¡ooooooohhhhhh! del resto de comensales, después de hacerse el silencio cuando el plato salió a sala.
Lo más alucinante es que el menú lo cambian cada semana, eso sí, para reservas a tres meses vista, así que ya he reservado para dos visitas más en octubre.
Normalmente cuando hago alguna reseña de un restaurante, no me gusta dar demasiadas pistas porque si alguien lo lee, y quiere ir, se pierde la magia de la sorpresa, así que suelo poner un par de platos nada más.
Sin embargo, lo maravilloso del Plats es que cada semana lo cambian, con lo cual, la sorpresa sigue en el aire; de entrada mis disculpas porque de lo sorprendida que me quedé, olvidé los nombres exactos de los platos.
Os cuento cuál fue nuestro menú, yo de verdad que salí alucinada.
El primer aperitivo fue un gazpacho con queso fresco ahumado y albahaca, que acababan sirviendo en la mesa, muy refrescante para empezar a abrir boca; muy suave el sabor y muy interesante el punto del ahumado, y la albahaca con un toque crujiente, como si la hubieran salteado un poco.

El segundo aperitivo me dejó loca, y sólo íbamos por el segundo plato: croqueta de cecina, yo que soy una loca de las croquetas no podía estar más contenta. Siempre he dicho que para mí, el indicador de un buen restaurante es que hagan unas buenas croquetas.
Esta era una versión deconstruída maravillosa, con un saborazo brutal, en tres capas: la base con la cecina salteada, la intermedia con la bechamel perfecta y la capa superior con el crujiente rebozado, todo ello adornado con una salicornia. El camarero nos sugirió comerla cogiendo con la cuchara de abajo a arriba para coger de las tres capas a la vez, y de alguna manera la croqueta se iba formando como si la hubieras comido al estilo tradicional. Lagrimones me caían de lo buena que estaba.
Del resto de platos sólo os diré que fueron a mejor, aunque os pongo aquí las fotos sin desvelar demasiado.
Los entrantes fueron foie con espuma de melocotón y ensalada, y calamar a la brasa con crujiente de patata y huevo confitado.
El plato de pescado fue un mar y montaña de merluza a baja temperatura con papada de cerdo, con un sabor brutal y con un poco de mayonesa de wasabi.

El plato de carne era solomillo al punto con berenjena y coca de vidrio con piñones, el punto de la coca de vidrio le daba un toquecito dulce muy bueno y en el punto justo.

El pre-postre era un bombón de mojito con chocolate blanco, con una flor eléctrica, sensaciones muy chulas con el contraste al explotar el bombón en la boca, no diré nada más; y el postre era coulant de cacahuetes con helado con una espiral de azúcar, un plato muy divertido.


He de decir que me pareció uno de los menús más divertidos, sabrosos y sorprendentes que he probado, con un precio más que ajustado y un servicio genial.
Ya estoy esperando con ganas que llegue la fecha de mi siguiente reserva a ver qué menú nos espera.

