
Escapada a Sicilia III: Catania.
Llegábamos al final de nuestra escapada a Sicilia, y esto siempre provoca algo de tristeza, pero todavía teníamos por delante 24 horas para disfrutar.
El alojamiento en esta ocasión, de nuevo lo reservamos a través de www.booking.com y se trataba del B&B Sciara Larmisi a tan solo dos paradas de autobús desde la estación de tren, con lo que nos iba perfecto para no perder demasiado tiempo.

Cuando estábamos llegando a la Piazza Cutelli, muy bonita por cierto, aunque no sea de las que sale en las guías, con una fuente en el centro que hacía juegos de agua y colores bastante espectaculares, alguien desde la ventana de la segunda planta del edificio situado enfrente de nosotros, comenzó a saludarnos con la mano acompañado de un: «¡¡Ciao Paz!!» que no me dejó otra opción a que como un resorte sin que mi cerebro tuviera tiempo de decidir si era la decisión correcta o no, me viera desde fuera a mí misma, en plena plaza haciendo aspavientos con la mano a modo de saludo y gritando: «¡¡Ciao Emmanuelle!!», como si no hubiera un mañana.
Es lo que se dice inmersión total en la cultura del país que visitas.
La cara de mi marido, alucinando, con lo discreta que soy yo y creo que la mía también, pero creo que fue el mejor recibimiento que hemos tenido nunca en nuestros viajes, y eso que sólo habíamos estado intercambiando emails para concretar la llegada.
Emmanuelle desde luego fue un anfitrión de diez, en todos los aspectos, todo decorado con un gusto exquisito, un trato y una educación perfectos, un alojamiento con todas las comodidades y limpieza y un desayuno fabuloso, vamos que estábamos como si hubiéramos ido de visita a casa de algún muy buen amigo al que hacía tiempo que no veíamos.
Habitación Vajilla Desayuno Dormitorio Recepción

Por cierto, el nombre de nuestra habitación era Galatea, que en griego significa ‘blanca como la leche’, (no me podía ir más al pelo), y en la mitología griega, era el nombre de la estatua que pidió erigir y de la que después se enamoró, pidiendo a la diosa Afrodita que le diera vida, el rey Pigmalión.
Después de este gran recibimiento nos fuimos a pasear por la ciudad que estaba toda engalanada (me encanta esta palabra) debido a las fiestas de su patrona Santa Ágata, y desde allí fuimos a la catedral, uno de los magníficos ejemplos del barroco italiano: imponente sin duda.
La fachada, obra del arquitecto Vaccarini es impresionante, aunque debido a las celebraciones y a toda la gente que había no pudimos apreciarla con la tranquilidad y dedicación que nos hubiera gustado.
En la Piazza del Duomo, se encuentra también la Fuente del Elefante, que fue escogido como símbolo de la ciudad.
Desde aquí nos dirigimos a la Vía Etnea que es la principal calle comercial y del centro histórico con una longitud de unos tres kilómetros.
Aprovechamos para dar por terminado el día con este paseo y una merienda-cena en una lugar encantador que encontramos de camino: Insigne Café, postres maravillosos tanto de sabor como de presentación.
Pannacotta Pastel de fresa y naranja
El descanso en Sciara Larmisi fue fabuloso y como era de esperar, el desayuno súper completo, con un cuidado exquisito en todos los detalles, hasta el mobiliario y las vajillas que me parecieron preciosas.
Nos quedaban solo unas horas para dejar Sicilia, porque nuestro vuelo salía de vuelta para Barcelona a las 14h40; ya teníamos controlado el autobús que nos llevaba allí en diez minutos y Emmanuelle nos guardaba el equipaje, así que aprovechamos un último paseo para ver el Teatro Romano, el Odeón, la Fontana dell’Amenano y el Mercado de Pescado, donde nos habría encantado disfrutar de las maravillosas frituras que prometían pero no nos dio tiempo, lo apuntamos para la próxima visita.
Y con esto terminaba nuestra aventura siciliana, una escapada que nos encantó y de la que disfrutamos muchísimo, aunque un poco a contrarreloj.
¡Ciao Sicilia!

